miércoles, 12 de agosto de 2015

Ejercicio: ¿Quién tiene miedo?

La fobia

"Yo solo quería ir a mi habitación para coger un libro de la estantería. No esperaba encontrarme con aquel monstruo custodiando el cuarto. Es asqueroso, se mueve rápidamente por el suelo y por la pared. No lo aguanto. Y justamente hoy tengo que estar solo en casa… Todo lo malo me pasa a mí. ¡Qué asco de vida y qué asco de cucaracha del demonio!

No me atrevo a abrir la puerta por si me ataca, odio los bichos, en especial las cucarachas. De pequeño tuve malas experiencias con una y… digamos que no las aguanto y no puedo ni verlas, me dan auténtico pánico.

Tengo dos opciones: puedo dejar la puerta cerrada y esperar hasta que vuelva Dylan de la imprenta, la otra opción es matarla yo mismo, pero… ¡Me da mucho miedo!

El sonido de los insectos al ser aplastados es demasiado asqueroso, no pienso ser yo el que acabe con ella, pero, desgraciadamente, necesito ese libro cuanto antes, solo tengo veinte minutos más de descanso, después tendré que volver a la oficina. Mierda, mierda, mierda.

¿Y si dejo el libro? Puedo llevarlo mañana, así que supongo que no hay problema. Le mandaré un mensaje a aquella chica para posponer la entrega a mañana. Cojo mi móvil y… Joder, me he quedado sin batería, ahora sí que la hemos hecho buena. Y el cargador está en mi cuarto también. Maldita sea. El tiempo se me está agotando, debo actuar rápido.

Cojo una revista vieja de la sala de estar y me dirijo hacia la puerta de mi cuarto. Me armo de valor y entro sin dudarlo. Ahí está, ¡es asquerosa!

Salgo del cuarto y cierro a mi paso una vez más. No soy capaz, pero tengo que hacerlo o ella me matará, metafóricamente hablando.

Voy a la cocina y bajo el fregador encuentro un bote de insecticida. En una mano el bote y en la otra la revista, voy a acabar con esa cucaracha monstruosa de una vez por todas. Ahora sí.

Entro en la habitación y, sin dudarlo, empiezo a rociar el insecticida por diestro y siniestro. Entre la humareda de gas, veo la cucaracha correr por la pared. Me alejo todo lo posible de ella y no dejo en ningún momento de echarle el insecticida, esta vez apuntándole a ella.

Una vez que está paralizada, cojo el cargador del móvil y el libro y salgo tosiendo, asqueado por el bicho y por el gas. He sobrevivido esta vez, pero puede que la próxima no tenga tanta suerte. Las cucarachas son impredecibles y peligrosas, sobretodo las que vuelan. No le he golpeado con la revista, así que no sé si sigue viva o no, pero de eso se encargará mi compañero de piso, no yo.

Me lavo las manos, dejo mis armas de combate en la cocina y abandono el apartamento para coger el metro y dirigirme a la oficina.

Misión cumplida."

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