Tiempo de descanso
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Este diálogo está inspirado en esta imagen. |
Una mañana, mientras la señora Hustin fumaba su quinto cigarrillo de la
mañana sentada frente a la ventana observando la calle de forma nostálgica,
su marido miraba cientos de ofertas de viajes en unos catálogos que se había
llevado de la agencia Akers. Bajando los pies del radiador en el que se
apoyaba, la señora Hustin echó un vistazo a su marido y le preguntó:
—¿Por qué no nos vamos a Paris?
—Ya estuvimos allí cuando éramos novios, ¿te acuerdas?
—De eso hace ya mucho tiempo…
—Dijimos que íbamos a tomarnos unas vacaciones para descansar y
desconectar de todo. Así que nada de turismo. Desde que perdimos al bebé no
hacemos más que darle vueltas a la cabeza y discutir. Es el momento de
olvidarnos de todo y pasar una semana tranquilos.
—El bebé… Lo buscamos por toda la casa y no apareció, yo creo que me lo
ha quitado la vecina, siempre nos ha tenido envidia.
—No digas tonterías, mujer. Seguro que aparece cuando menos nos lo
esperemos, no puede andar muy lejos, solo tenía ocho meses.
—Pero si le he rezado a San Antonio y sigue sin apareces, y eso que yo no
soy creyente, que la última vez que pisé una iglesia fue el día de nuestra boda
y para decirle al cura que al final nos casaríamos por el juzgado. Se enfadó y
me dijo que eso Dios no lo veía con buenos ojos. ¿Te lo puedes creer?
—Sí, porque fui contigo y pasé mucha vergüenza. Te pusiste a gritarle
como una loca. No nos excomulgaron de milagro.
—¿Excomulgarnos? —se puso de pie y alzó el tono de su voz— ¡La iglesia
hoy en día no excomulga a nadie! No pueden permitirse perder más fieles.
—Bueno, deja a la Iglesia en paz, vamos al tema que nos interesa. ¿Dónde
vamos de vacaciones?
Sin responder a su pregunta, la señora Hustin abandonó el salón y se
metió a la cocina, dejando solo a su marido. Él continuó mirando buscando en
otro catálogo, sin éxito. Nada le terminaba de convencer.
Al cabo de un rato, su mujer tuvo una buena idea y le gritó desde la
cocina:
—¡Cariño! ¡Ya sé a dónde podemos ir!
—¿Qué dices? No te oigo con el ruido del ventilador.
A paso ligero ella regresó al salón muy emocionada y le repitió que había
tenido una buena idea sobre el lugar al que podían viajar.
—¡Venecia!
—¿Venecia?
—¡Sí, Venecia! Siempre quise viajar allí, pero con ese sueldo miserable
que tienes no nos llega para lo que yo deseo.
—Nos llega de sobra, podemos pasar allí una semana…
—¡Un mes! —gritó interrumpiéndole— ¡Quiero vivir un mes en Venecia!
Pero claro, alquilar allí una casa no es barato…
—Espera, detente, eso se sale de nuestros planes de descansar en la playa.
—Me da igual si se sale o se entra, yo quiero ir a Venecia un mes.
—Anda, mujer, tómate una tila a ver si te relajas y dejas de decir
tonterías, porque ya van suficientes por hoy.
—Crees que estoy diciendo tonterías —se llevó las manos a la cara y de
repente empezó a llorar—. Si me quisieras me llevarías a Venecia y me harías
la mujer más feliz del mundo, pero como no me quieres…
—Tú misma has dicho que mi sueldo no…
Ella le interrumpió de nuevo, y, con falsas lágrimas en los ojos, empezó a
exagerar la situación diciendo en voz baja:
—Primero pierdo a un hijo, y después mi marido me niega lo único que le
he pedido… Qué vida más triste la mía…
—No es lo único que me has pedido, cada semana tienes un capricho
distinto. No hace mucho que te empeñaste en tener un teléfono móvil que me
costaba más de la mitad de mi sueldo.
—Ya no me gusta, es Samsung.
—¡Lo que pasa es que eres una caprichosa!
—¡Y tú no me quieres!
—¡Si no te quisiese no estaría toda la mañana organizando las
vacaciones!
—Es que eres tonto, toma mi móvil —le dijo cogiendo el aparato de la
mesa y acercándoselo a su marido—. Busca en Kayak, es más fácil.
—¿Cómo?
—Que busques en Kayak.
—¿Kayac?
—Sí, mira. Kayak. Es una app que me he descargado en un momento y va
genial. Kayak busca en cientos de webs de viajes y encuentra las mejores
ofertas de vuelos en segundos.
—Pero cariño, ¿estás haciendo publicidad… en nuestra propia casa?
Riéndose respondió:
—Los idiotas estos del buscador de vuelos me han pagado para que les
haga publicidad, con el dinero del patrocinio nos vamos a Venecia, ya verás
qué bien lo pasamos.
—Estás bromeando, ¿no?
—Estoy hablando totalmente en serio. Les dije a los de Kayak que yo
tenía una revista de moda muy famosa llamada “Contán”, o algo así. No pagan
mucho porque no conocen esa revista, pero he conseguido engañarles lo
suficiente como para poder ir a Venecia dos o tres semanas. Así que entre eso
y el dinero que teníamos ahorrado para las vacaciones podremos vivir allí. ¡Mi
sueño se cumplirá!
—Esto es surrealista… —se levantó del sofá intentando asimilar la
situación. Nada tenía sentido.
Trató de dirigirse a la cocina a por agua pero su
mujer le llamó. Al girarse para mirarla no se encontró a su mujer, sino a su
jefe.
—Señor Hustin, ¡Está usted despedido!
—¡¿Qué?!
En ese momento, y con el pulso del corazón a un ritmo alarmante, cayó al
suelo y se despertó.
Todo había sido un sueño, en realidad no estaba casado, no se apellidaba
Hustin y no había perdido nunca a su bebé. Simplemente era juez del tribunal
supremo y se había quedado dormido en la cafetería en la que desayunaba
cada mañana.
—Camarero, ¿qué hora es?
—Las doce, señor.
—Nada, ya es muy tarde, no llego. Pues ya que estoy aquí lo mejor será
desayunar. Por favor, ponme un café solo.
—Marchando, señor.
Y allí se quedó pensando en aquel sueño tan raro que había tenido.
Parecía tan real…
FIN